lunes, 27 de abril de 2009

(0043) A LAS PERSONAS BUENAS

A las personas buenas

El mayor defecto de AJER Asociación de jugadores de azar en rehabilitación de la que yo fui socio no es la injusticia, no es la codicia, no es el materialismo. El mayor defecto es la indiferencia. Él defecto más común, ese que cometemos diariamente, es el volver la cabeza hacia el otro lado cada vez que surgía un problema.

Éramos indiferentes. Es decir, nos tapábamos los oídos, nos cubríamos los ojos, cerrábamos la boca y escondíamos la cabeza en la arena. Nos acostumbramos a ser espectadores acomodados, y no estábamos dispuestos a que nos salpicase la sangre de nadie ni los problemas de nadie.

Nos quejábamos de lo mal que allí iban las cosas, pero no estábamos dispuestos a perder nuestro tiempo en resolver los asuntos de los demás.
No podíamos alegar ignorancia. Pues teníamos toda la información, y vivíamos las injusticias, pero pasábamos de largo, y solo estábamos dispuestos a reaccionar cuando veíamos que la sangre tocaba nuestra puerta y salpica a los nuestros.

Nos considerábamos gente buena y responsable, que no hacíamos daño al prójimo, pero olvidamos que la indiferencia esta hermanada con la maldad.
Alguien dijo que para que la maldad prevalezca solo es necesario que los hombres buenos no hagan nada.

El escribir hoy esto es porque en AJER, unas cuantas personas han tenido el valor de enfrentarse a todo lo injusto que allí se llevaba padeciendo durante casi siete años. Algo que yo trate de hacer, pero me encontré solo, ante doce o catorce personas y la indiferencia del resto y así es muy difícil, yo desde luego no pude, pero nunca me doblegué.
Siempre he pensado que el tiempo nos coloca a cada uno en nuestro sitio.
Este es mi agradecimiento a las personas que han conseguido que vuelva la cordura a aquella asociación donde yo aprendí.

lunes, 6 de abril de 2009

(0042) CAMINO DE LA REHABILITACIÓN

Cuando te des cuenta que tu adicción empieza a preocuparte seriamente, que sueñas con ella, que tu mente esta ocupada por tus ansias de jugar, beber, drogarte, etc., que empleas mas tiempo en ella, que desatiendes a tu familia y amigos, que no rindes en tu trabajo como antes, que gastas más dinero del que dispones, que piensas más en tu adicción que en nadie, cuando mientes a tus amigos, compañeros, a tu familia y a ti mismo, que pienses en robar, que pienses en el suicidio, cuando veas que no eres la persona que tú eras, sientas desprecio hacia tu persona, asco de ti mismo y creas que todo se solucionaría con desaparecer de este mundo.

ALTO no sigas.

Tú estas enfermo, necesitas ayuda, no eres un golfo ni nada que se le parezca, tú eres un enfermo de tu adicción.

Puedes recibir ayuda, pero hay que querer curarse, hay que emplear trabajo y sacrificio hay que cambiar algunos hábitos, y adquirir unos conocimientos y unos recursos para evadirse de la adicción que sea.

Esto solo se consigue en un grupo de autoayuda formado por los mismos adictos donde, libre y espontáneamente, hablas de tus problemas, y simplemente con escuchar y hablar, se adquiere conciencia de a donde nuestra adición nos puede llevar, si no ponemos los medios.
No conozco mejor sistema.

¡¡¡PIENSA QUE EXISTE VIDA SIN ADICIÓN!!!

Esto lo escribí cuando llevaba 2 años en rehabilitación para la ludopatía, pero vale para cualquier otra adicción.

jueves, 12 de marzo de 2009

(0041) EN TODA REHABILITACIÓN

En toda rehabilitación existen situaciones de alto riesgo, que están presentes en cualquier conducta adictiva.
Por lo tanto yo no tengo el pleno convencimiento de que no se va a reproducir mi problema, y para estas situaciones existe algo que se llama prever, que es lo que yo hago y no hay nada más eficaz que las normas preventivas, para mí la más eficaz es no llevar dinero y justificar mis actitudes relacionadas con el juego.
Mis propios errores y los de los demás me han enseñado estas cosas y porque ocurren.

En más de un 98% las recaídas se producen en personas que no quieren justificar, y que siguen entrando en los lugares donde ejercían su problema.
Cuando justifico donde estoy, que hago, pido ticket, voy sin dinero, etc. ... estoy empleando medidas preventivas que me ayudan a no olvidar mi adicción, en una palabra a no confiarme.
Esto me ocurrió a los tres meses aproximadamente, pensaba que estaba haciendo las cosas correctas, no pedía tikes, y seguía entrando donde no debía, luego me había confiado, algo que actualmente y con ocho años y cuatro meses en rehabilitación sigo cumpliendo a rajatabla.

Gracias a estas normas, me considero una persona con la cabeza sobre los hombros, responsable de todos mis actos, y no soy ningún parásito por llevar normas, que me ayudan a no olvidar lo que hice. Pues dentro de los grupos de autoayuda, hay personas que piensan que son parásitos los que llevan normas.
Que ignorancia tan grande, pues el mundo, la vida en si, se rige por normas. Lamento haberlas olvidado en un momento de mi vida, lamento haber tenido engañados a personas que me querían.

Dicen los sicólogos que no hay método más eficaz para no jugar, que no tener dinero para ello.
Que el dinero suelto, sin justificar, en el bolsillo de un ludópata, es como una botella de vino en poder de un alcohólico, o un porro en poder de un drogadicto. Una tentación constante.

sábado, 14 de febrero de 2009

(0040) DEJÉ DE LAMENTARME Y LEVANTÉ LA CABEZA

Cuando me conciencie de lo que era y lo que quería, deje de lamentarme por mi problema, levante la cabeza y empecé a pensar que es lo que quería hacer con mi futuro.
Es lógico que sé este muy decaído, pues me di cuenta de lo que había hecho y a donde podía haber llegado. Y no quise dejar pasar mas tiempo sin poner los medios, pues la melancolía y el pesar se podían convertir en depresión, y luego seria más difícil salir.
Empecé a hablar con mis allegados más próximos de mi problema de lo mal que me sentía de lo que había hecho y trate de sacar provecho de mi problema, analizando los “pros” y los “contras”, empecé a comunicarme, cambie algunos hábitos, leí y sigo leyendo todo lo que caía y cae en mis manos sobre mi problema para aprender y documentarme. Con esto fui llenando el vacío que produce dejar algo. Perdí la vergüenza y el pudor que pudiese tener sobre mi adicción.
Pues pensé que si yo no me movía, nada iba a cambiar a mí alrededor, los demás me apoyarían si me veían ilusionado y con ganas de curarme.
Pues yo era el único que podía controlar mi problema y mi vida.

Escribí esto hace ya unos cinco años, y lo traslado al blog hoy, pensando en un compañero que ha vuelto a jugar casi después de tres años, según dice.
Mi deseo es que le saque beneficio.

sábado, 24 de enero de 2009

(0039) ANSIEDAD

Una vida entre la espada y la pared
(Cuando leí esto en un Semanal del ABC) me dije, esto es poco más o menos lo que a mí me ocurría cuando jugaba, Pues los síntomas prácticamente son los que yo padecí con mi adicción.
Analizando a las personas que acudían a las terapias de autoayuda, me dije, si parece un fiel reflejo de lo que aquí pasa, y decidí publicarlo en el blog, pensando que alguien aprendería o le podría ser útil.

¿QUE SÍNTOMAS SE SIENTEN?
Taquicardias, mareos, dolores de estomago, problemas cardiacos, falta de aire, insomnio y, por encima de todo, un miedo enfermizo. Pánico a la gente, al trabajo, a uno mismo... Muchos afectados viven años con estos síntomas hasta que dan con él diagnostico adecuado:

Ansiedad. Sepa cómo descubrirla y cómo aprender a hacerle frente.

¿SE IDENTIFICA CON ALGUNO DE ESTOS OCHO TIPOS?

I – EL ENCLAUSTRADO REHUYE EL CONTACTO SOCIAL
Cada vez que se siente inseguro se encierra en casa. Piensa que no tener relación con los demás es la mejor manera de no resultar herido.
La consecuencia de este comportamiento es la soledad y la perdida paulatina de las habilidades sociales, que necesitan ser ejercidas de forma constante.

II – EL PARANOICO NO SE FÍA DE NADIE
Su estrategia es la desconfianza. Para él, todos somos enemigos en potencia ante los que hay que permanecer vigilante. A menudo percibe como amenaza cualquier gesto neutral o incluso amistoso. Su comportamiento suele provocar lo contrario de lo que persigue: La hostilidad de los demás.

III – EL EVASIVO EVITA SITUACIONES COMPROMETIDAS
Su lema es: La mejor manera de evitar peligros es no exponerse a él. Esta conducta provoca, a largo plazo, una perdida de habilidad para resolver situaciones comprometidas, lo que aumenta el riesgo de desarrollar una fobia y de no poder hacer frente nunca más a un nivel de riesgo aceptable.

IV – EL APRENSIVO SOMATIZA EL MIEDO
Reacciona al miedo con molestias corporales, como malestar general o dolores, Esta es una estrategia defensiva en toda regla porque los “enfermos” no suelen ser molestos socialmente. Pero el aprensivo experimenta su miedo como malestar físico real y eso le hace preocuparse por su salud.

V – EL ANESTESIADO USA LAS ADICIONES COMO BARRERA
Alcohol y tranquilizantes son estrategias muy extendidas para amortiguar el miedo, pero hay otros comportamientos, como jugar, comprar o fumar, de forma compulsiva, que también permiten sepultar el miedo bajo una avalancha de estímulos. La adicción al trabajo, también se considera “anestesia”.

VI – EL ATERRADO SIENTE MIEDO HASTA DE LO COTIDIANO
Reacciona con pánico ante el estrés, pero también ante situaciones normales como coger el autobús. El terror a sentir miedo hace que el problema sea a un mayor. Siente que la cosa no puede seguir así, que debería afrontar la situación o que necesita ayuda para resolver sus temores.

VII – EL CONTROLADOR SE COMPORTA DE UN MODO FORZADO
Intenta reducir a cero los problemas cotidianos mediante una planificación perfecta de todo lo que hace. Ese carácter controlador le limita la vida. Su escrupulosidad le hace inflexible y con una cierta tendencia a la intolerancia. Se aferra a su táctica aun cuando recibe criticas justificadas.

VIII – EL EXPLOSIVO SE DEJA LLEVAR POR EL MAL GENIO
Sus explosiones de furia ante cualquier presión son una estrategia defensiva. Esa descarga descontrolada de rabia es más fácil de sobrellevar que el miedo, pues supone una liberación de la energía acumulada. A largo plazo, esta conducta resulta muy dañina tanto para él como para los demás.

jueves, 8 de enero de 2009

(0038) PROBLEMAS DE JUEGO

Perfil común frecuente entre jugadores
Hasta hace poco tiempo, era muy fácil saber cuando teníamos delante un problema de juego: cuando el sujeto estaba totalmente endeudado, había arruinado a su familia, le habían echado del trabajo, había cometido algún acto ilegal y pasaba horas y horas jugando o pensando en el juego. Este era un perfil común, frecuentemente entre los jugadores.

Para la sociedad es un vicio
Es lógico que así fuera. El juego excesivo era considerado por la sociedad como un vicio, una consecuencia de un espíritu egoísta, desconsiderado, débil e irresponsable, que hacia sufrir a los seres más queridos solo por procurarse un momento de placer, de diversión. Considerando de esta forma el juego problemático, era lógico que el jugador escondiera su juego, mintiera, engañara y ocultara cualquier señal de su “pecado”. El único culpable de su problema era él; no dejaba de jugar porque no quería, y todas las personas, incluido el mismo, lo consideraban culpable.


Así las cosas el problema del jugador sólo salía a la luz cuando ya había llegado al final del declive, cuando ya no podían empeorar más las cosas. Normalmente, el proceso del juego llevaba a la ruina, a problemas con la justicia, al abandono familiar o al suicidio. Cuando sé reconocía el problema él (vicio, o la enfermedad) la única solución era apelar a la sensibilidad del jugador, a su sentido ético, a su responsabilidad, a su culpabilidad, el jugador hacia promesas de abstención del juego, de no volver a engañar... promesas que, por lo general, nunca se cumplían.

Mensaje del jugador enfermo
No es poco el sufrimiento que conlleva el mensaje del jugador enfermo. Y no son pocos los jugadores que, por no aceptar ese mensaje, por no asumir una enfermedad que no entienden, han abandonado la única ayuda que conocían: las asociaciones de auto ayuda, en las que, frecuentemente, suele ser imprescindible reconocer la propia enfermedad.

También se da el caso, que en las mismas asociaciones, se niega la palabra e incluso la entrada, a personas que no opinan igual que quien las dirige. Esto todavía es más triste e injusto total. Pues no hay más medicina que la palabra, y una sola palabra de cualquiera, puede hacer que otra persona se conciencie o se le ilumine esa celebre lucecita, que tanto nombramos.

He conocido también a jugadores refugiarse en la palabra mágica enfermedad, para asumir un papel pasivo, de víctima, y quitar a sus seres queridos el derecho a reprocharle su conducta o a exigirle cambios. Es cómodo tener algo a lo que echar las culpas de los propios fracasos, de los errores, de las equivocaciones, de las recaídas, es frecuente utilizar expresiones como no puedo controlarlo, me he equivocado, es superior a mí, al referirse a episodios en que el sujeto ha vuelto a jugar.

Pensemos que no hay motivos para jugar, ni razón tan importante que nos pueda hacer volver al juego.